lunes, 5 de septiembre de 2016

EL TRABAJO EN EQUIPO

Comienza un nuevo curso, y los profesores en la escuela hemos empezado con formación sobre el “trabajo en equipo”.  Sin duda, la formación ayuda porque no es tan sencillo hacer las cosas “juntos”.

En las organizaciones que he conocido con anterioridad, la erosión del tiempo, la aparición de problemas, la indiferencia de muchos, la oposición de otros, la sensación de que no se avanza ni se mejora y, en fin, las tensiones en el seno de los grupos ponen a prueba la solidez de nuestras adhesiones y la tenacidad en el cumplimento de nuestros compromisos. No hay recetas fáciles para comprometerse “juntos”.

En el trabajo en equipo tengo necesidad de los otros, cuya respuesta, no obstante, es siempre libre e incierta.  No estamos seguros que los otros hagan su parte, sólo podemos estar seguros de la nuestra.  Otras veces, el problema no es tanto la carga de trabajo a realizar cuanto la falta de consenso. En vez de comprender que el conflicto hace parte de la vida de unidad, a menudo no entendemos la situación y pensamos que el otro ya no está en la misma disposición de colaboración que nosotros.  Cuando perdemos la confianza de que el otro pueda estar en la misma disposición que yo, aunque con un punto de vista distinto al mío, se empieza a perder el ojo simple y comienza una cadena de juicios, convirtiéndose uno a la larga en cínico y pesimista. Y en cambio, de esa gimnasia que provoca el diálogo entre los distintos puntos de vista, en la aceptación de las diversidades, a veces dolorosas, emana la energía vital de las organizaciones.


Hay personas que por “vocación interior” son capaces de dar sin reciprocidad; son capaces de creer en el otro aunque el otro no crea más que en sí mismo; creer en el otro hace bien antes que nada a nosotros mismos, y con el tiempo se aprende que con cada persona con la que trabajamos en cualquier proyecto, se esconde un deseo y una vocación a la comunión que espera ser despertada. Estas personas son el gran patrimonio de las organizaciones.  Hace falta mucha libertad interior para actuar de esa manera, ¿será por eso que es importante educar en la interioridad? Quizás los profesores también debamos cuidarla porque nadie puede dar lo que no tiene…


Más allá de las técnicas, que siempre son buenas y pueden mejorar nuestro compromiso “juntos”, bajo mi punto de vista, el trabajo en equipo es, ante todo, la suma de muchos egoísmos derrotados en el proceso. Esta primera formación puede ser una humilde ayuda para descubrir, retomar o consolidar ilusiones, sueños…de cara a un nuevo curso, de modo que podamos ser de esas personas portadoras de “ojos diversos”, capaces de encontrar en nosotros mismos, en los otros, en nuestras convicciones más profundas, los recursos para levantarnos cada mañana y recomenzar de nuevo; personas que saben encontrar respuestas nuevas a la pregunta que antes o después llega siempre puntal: ¿Pero quién me manda a mí hacer esto?   


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